Continuamos con el artículo. Es recomendable haber leído la primera entrega antes de  comenzar con esta, la cual esta disponible en

¿Me motivan?…Me motivo!!!! ( Entrega I )

Persona reactiva

 

También según el Diccionario, reactividad es la “capacidad o modo especial de reaccionar frente a un hecho concreto”. Este tipo de comportamiento conduce a la persona a tomar decisiones rápidas y condicionadas por las circunstancias, pero esas respuestas no están meditadas ni analizadas por lo que tienen muchas posibilidades de ser incorrectas:
La persona reactiva reacciona, sí, a los estímulos, pero siempre a remolque de los mismos y sin contemplar su propio criterio ante ellos.
Normalmente, las personas reactivas no son conscientes de su comportamiento reactivo y desconocen que hay otra mejor manera de actuar. Sin embargo, no transmiten credibilidad por lo irreflexivo de sus decisiones.
Solo está justificado un comportamiento reactivo ante situaciones de emergencia, que exigen respuesta rápida, en las que no hay tiempo de reflexionar y valorar.
Persona pasiva
La persona pasiva no da respuesta a los estímulos que se le presentan; es la típica persona que “pasa” de todo, no le afecta lo que sucede o se esconde confiando en que las circunstancias cambien:
Es una persona tranquila por naturaleza y no toma decisiones, lo que le impide asumir responsabilidades. A la larga, se frustra al reconocerse el poco protagonismo de su actuación y de su vida.
Persona proactiva
Es la persona también volcada a la acción ante los estímulos pero que, a diferencia de la reactiva, reacciona desde dos planos:
  • cuando el estímulo se ha producido: toma conciencia de la situación, la analiza y decide cómo actuar en función de dicho análisis y a la luz de sus valores y principios, e incluso sus sueños, todo ello con sus emociones bajo control:
  • antes de que el estímulo se produzca: tiene un “sexto sentido” que le hace prever los estímulos y decide antes que éstos se presenten cómo actuará:
Ambas formas requieren entrenamiento mediante la reflexión en cada caso (interiorizando todos los elementos contemplados) y perseverando en el comportamiento proactivo.
La persona proactiva es analítica, tiene sensación de control de todos sus actos y, como dice Eduard Punset, tiene “el placer de tener un compromiso con la vida”. Además, tiene estas actitudes:
  • Toma la iniciativa de su vida y, por tanto, ante los hechos
  • Se responsabiliza de sus vida y de sus actos
  • Afronta con energía la solución de problemas
  • Es creativa, hace cosas nuevas que antes no existían
  • Tiene espíritu de superación
  • Tiene actitud mental positiva
¿Cómo convertirse en persona automotivada?
Desde luego, siendo preactiva. Pero también teniendo sus objetivos personales claros (una persona sin metas, sin proyectos, sin retos ni ilusiones es una persona “muerta”) y actuando si desmayo para conseguirlos, con actitud mental positiva (o sea, AMP +: con fuerza/energía que emana del interior y genera entusiasmo para hacer lo que hay que hacer). Buscar alinear tres elementos clave: ser competente en lo que se hace, tener pasión en lo que se hace, darse cuenta de que lo que se hace es útil a la organización para las que se trabaja.
Hacerse preguntas (y contestarlas con sinceridad absoluta) ayuda a convertirse en persona motivada. La relación de preguntas no es cerrada, mas bien es infinita, y las preguntas a realizarse dependen de cada caso y de cada persona. Algunas como las que siguen nos pueden ser de utilidad:
  • ¿Qué me aporta esta situación??
  • ¿Qué puedo aprender de ella?
  • ¿Qué me enriquece?
  • ¿Qué perspectivas me permite?
  • ¿A quién me permite conocer?
  • ¿Qué puedo aprovechar de la situación actual para el futuro?
  • ¿Qué resultados estoy teniendo?
La persona automotivada no olvida los problemas ni huye de ellos, pero (fruto de su AMP + ) busca el lado positivo de los mismos y la solución, viendo en cada problema una oportunidad. Es una decisión personal de ver y afrontar las cosas de esta manera, de convertirse en protagonista de su trabajo y, lo que es mas importante, de su vida.
La implicación personal es consustancial con ocupar un puesto, no se entiende ocuparlo sin buscar desarrollarlo de forma correcta. Eso es, fundamentalmente, una cuestión de actitud personal. A fin de cuentas

El/La protagonista eres tú; si das en el trabajo lo que llevas dentro y haces bien lo que hay que hacer:

a) Te servirá de experiencia

b) Habrás aprendido
c) Te habrás sentido útil por haber hecho algo productivo que ha contribuido a algo

d) TENDRÁS LA CONCIENCIA TRANQUILA

En definitiva: tu vida depende de ti, no de tus jefes, la/el protagonista eres TÚ, no la empresa. Si ésta (o el empresario o directivo) no valora tu buen trabajo, ese será su problema, él se lo pierde, y ello será indicativo de su «altura de miras». Y, mientras tanto, tú a disfrutar de los puntos a), b), c), d).

Por tanto, márcate tus metas, prepárate para alcanzarlas y disfruta del camino. Como apunta mi amigo y admirado Carlos Andreu, la felicidad no está en el “cuándo”, sino en el “mientras”.

Francisco de Asís Bonora Xerri
Consultor-Formador de Grupo P&A en Calidad y Personas

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